Limpieza y recarga de nuestros cristales y piedras

Los cristales, por su composición y propiedades, absorben la energía de aquellos que entran en contacto con ellos. Por eso es importante limpiarlos antes de llevarlos con nosotros. Existen muchos métodos, así que cada uno puede escoger el que más le convenga. Pero  hay que tener ciertas precauciones a la hora de limpiar nuestros cristales, ya que si bien a la mayoría les viene bien, por ejemplo, la luz del sol o la limpieza con sal, a otros estos mismos métodos puede hacerles perder su brillo o color o incluso llegar a destruirlos.

Limpiándolos con agua
Poner el cristal bajo un chorro de agua durante unos minutos (mejor si es en la corriente de un río, arroyo, lago o en el mar con mucho cuidado de que no se nos pierda) limpia el cristal de energías negativas. Lo más conveniente es dejarlo secar a la luz del sol para que se recargue. Hay que tener en cuenta que hay determinados cristales (Halita o selenita por ejemplo) son solubles, y por lo tanto no pueden ser limpiados por inmersión en agua, sin embargo la mayor parte de los cristales minerales son insolubles, por lo que se pueden limpiar con agua.

Limpieza con sal
Poner el cristal en un recipiente de cristal que se haya llenado con sal. La sal tiene la propiedad de absorber la negatividad residual que puedan contener los cristales. Dejar el cristal en la sal durante varios días, lavarlo y dejarlo secar a la luz del sol. No se puede usar la sal con el ámbar, las esmeraldas, el lapislázuli, el ópalo, la malaquita y las turquesas. La selenita podría llegar a disolverse.

Limpieza con agua y sal
Cuando los cristales están muy descargados o se han utilizado en personas enfermas o con mucho sufrimiento se pueden limpiar sumergiéndolos durante un día en agua con sal y secándolos después al sol. En líneas generales se puede decir que los cristales que no se pueden rallar con un cuchillo, por tener una dureza superior a 6,5 en la escala de Mohs, pueden limpiarse por inmersión en agua con sal; los de dureza inferior no es conveniente limpiarlos por este método ya que pueden reaccionar químicamente y sufrir modificaciones.
  
Recarga de cristales
Una vez bien limpios los cristales hay que recargarlos con una energía natural y positiva que potencie todas sus cualidades al máximo. Para ello se pueden utilizar distintos métodos:

Con la luz del Sol
La luz solar suele ser las más utilizada para recargar los cristales. Para ello, se deben poner a exposición directa de los rayos solares el cristal. La ventaja de la luz solar es que tarda menos en cargarlos. La mayoría de las veces sólo necesita un día. Pero hay que tener en cuenta de exponer a la luz del sol los cristales que pueden perder su color, como las amatistas, y el cuarzo rosa, por ejemplo. En cambio, el resto de cuarzos deben ser expuestos directamente a la luz solar con frecuencia siempre que se pueda.

A la luz de la Luna
La exposición a los rayos de la Luna también es muy efectiva, sin embargo es más débil. A pesar de todo es muy utilizada especialmente en cristales con energías más femeninas e intuitivas como la "piedra de luna". Hay que dejar el cristal a exposición directa de la Luna como mínimo tres días. Se beneficiarán de la exposición a la Luna los cuarzos blancos, la selenita, la amatista, la esmeralda y por supuesto la piedra luna.


Con la energía de la tierra
Se puede recargar el cristal si se entierra en tierra natural, sin alterar, durante más de siete días. En ese caso obtendrás una energía más firme y sólida.

Para recargar los cristales con los que trabajamos podemos cogerlos con la mano derecha, visualizando un rayo de luz que entra por el chakra de la corona (por la parte superior de la cabeza) hasta el cristal inundándolo de luz. Este método conviene utilizarlo únicamente en cristales de uso personal, que no se utilizan para trabajar con otras personas. Los cristales quedarán impregnados de nuestra propia energía incrementando así sus propiedades.

Si se nos rompe una piedra o un cristal no debe despreciarse nunca. Se pueden renovar enterrándolas en el jardín o en macetas o también lanzándolas al mar, sobre todo donde haya acantilados, pues se purificarán y se renovarán. Posiblemente más adelante las encuentre otra persona y comiencen de nuevo su beneficiosa labor.

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